jueves, 20 de octubre de 2011

Política

Estimadísimos jóvenes y jóvenas:
Comparto con uds. unos materiales que me pasó para ustedes Wanda, su docente-practicante, para que los tengan en cuenta sobre todo a la hora de elaborar los trabajos prácticos que les serán pedidos para cerrar la unidad.

Un abrazo,
Pablo

CLASE 1


¿Por qué nos aburre tanto la política? SOUTO- PRIMO- MANCA- TAGLIOBRU

-No saben lo que es.
-Implica, como derecho y economía, terminologías extrañas y conceptos enmascarantes (nombres raros para conceptos comúnmente conocidos)
-Se ve como algo ajeno al pueblo
-Se asocia con delincuencia y corrupción

En los fragmentos el contexto es la dictadura en los años ’70. La foto es del 2001. En los fragmentos se evidencia una forma violenta y directa de hacer política. En las fotos hay una forma también directa pero no violenta que es la manifestación callejera y los graffitis.

¿Por qué nos aburre tanto la política? ROCÍO-SHULIANA-JESICA-LUIS
Si, nos aburre, porque quizá nos vemos lejanos a ella, aunque somos parte mínimamente.
Cuando uno vota a un presidente o gobernador, está participando en la política, pero creo q siempre el que tenga mas poder va a salirse con la suya.

Luismi: Diariamente participamos de la política.
Ro y ye: opinan lo mismo

¿Qué es para nosotros la política?: para nosotros la política, es un sistema que se debería encargar del bienestar social y económico, de un país y de sus habitantes. De hacer cumplir las leyes. Eso es la política, pero no se cumple, ya que a todos los políticos se les sube el poder y el dinero a la cabeza y solo piensan en ellos y no en el pueblo.

¿Por qué nos aburre tanto la política? LUCIANO BORDA, MATIAS CARMIXANO.

En mi caso me parece que decir nos aburre es generalizar demasiado, a mi no me aburre, sinceramente tampoco creo que me interesa absolutamente todo acerca de la política.
La política es un tema a debatir creo yo, como puede ser la historia, no veo algo con lo que uno debería divertirse por ahí debería interesar yo en vez de preguntar si aburre preguntaría  ¿si interesa la política? O ¿Por qué no interesa la política?
Cuando se dice política se hace referencia a todo lo que tiene que ver con los modos de gobierno, al menos eso es lo que me sale a mí cuando me dicen política, un buen ejemplo de práctica  política podría ser la guerra, la represión, el poder,  el votar y todos los que votamos formamos parte de esa política a la cual elegimos, y el que no vota aun así sigue siendo parte de ella porque después también es gobernado por alguien que fue elegido por el resto de las personas que si votaron por eso creo que no se podría NO ser parte de la política seria como no ser parte del sistema. La política plantea también un juego con el poder y jerarquía porque sin gobernados no hay gobernadores y no habría  política y a veces a pesar de elegir no obtenemos los resultados esperados.

Parte 2:
La foto habla de los hechos que sucedieron en diciembre del 2001, y el texto acerca de la dictadura militar en argentina en la década del 70’ y 80’. En mi parte creo que sin dictadura militar no hubiera sucedido lo  que sucedió en el 2001. La dictadura y las políticas aplicadas en los 90’ llevo a una crisis económica nacional, que luego llevo al imposible levantamiento de la economía argentina, causando una explosión en la sociedad y provocando los enfrentamientos políticos que hubo entre la sociedad y el gobierno del momento.

 ¿Por qué nos aburre tanto la política? PABLO
Yo creo que a la sociedad no le da importancia a la política, ya que los políticos defraudaron tantas veces a la gente, y piensan como que no se puede hacer nada para modificar esto.
Parte 2:
1-;2-Lo que se de la foto, es la crisis que hubo en el 2001, donde todo el pueblo salió a manifestarse en contra del gobierno.  Y lo del fragmento es en la época de la dictadura, y yo lo relaciono con una chica que era militante, y estaba en contra del régimen militar.



29 de diciembre de 1976
Carta a mis Amigos
Por Rodolfo Walsh

Publicado digitalmente: 8 de junio de 2004 (http://www.rodolfowalsh.org/spip.php?article34)

    Hoy se cumplen tres meses de la muerte de mi hija, María Victoria, después de un combate con las fuerzas del Ejército. Sé que la mayoría de aquellos que la conocieron la lloraron. Otros, que han sido mis amigos o me han conocido de lejos, hubieran querido hacerme llegar una voz de consuelo. Me dirijo a ellos para agradecerles pero también para explicarles cómo murió Vicki y por qué murió.
    El comunicado del Ejército que publicaron los diarios no difiere demasiado, en esta oportunidad, de los hechos. Efectivamente, Vicki era Oficial 2º de la Organización Montoneros, responsable de la Prensa Sindical, y su nombre de guerra era Hilda. Efectivamente estaba reunida ese día con cuatro miembros de la Secretaría Política que combatieron y murieron con ella.
    La forma en que ingresó en Montoneros no la conozco en detalle. A la edad de 22 años, edad de su probable ingreso, se distinguía por decisiones firmes y claras. Por esa época empezó a trabajar en el Diario "La Opinión" y en un tiempo muy breve se convirtió en periodista. El periodismo no le interesaba. Sus compañeros la eligieron delegada sindical. Como tal debió enfrentar en un conflicto difícil al director del diario, Jacobo Timerman, a quien despreciaba profundamente. El conflicto se perdió y cuando Timerman empezó a denunciar como guerrilleros a sus propios periodistas, ella pidió licencia y no volvió más.
    Fue a militar a una villa miseria. Era su primer contacto con la pobreza extrema en cuyo nombre combatía. Salió de esa experiencia convertida a un ascetismo que impresionaba. Su marido, Emiliano Costa, fué detenido a principios de 1975 y no lo vio más. La hija de ambos nació poco después. EL último año de mi hija fue muy duro. El sentido del deber la llevó a relegar toda gratificación individual, a empeñarse mucho más allá de sus fuerzas físicas. Como tantos muchachos que repentinamente se volvieron adultos, anduvo a los saltos, huyendo de casa en casa. No se quejaba, sólo su sonrisa se volvía un poco más desvaída. En las últimas semanas varios de sus compañeros fueron muertos: no pudo detenerse a llorarlos. La embargaba una terrible urgencia por crear medios de comunicación en el frente sindical que era su responsabilidad.
    Nos veíamos una vez por semana; cada quince días. Eran entrevistas cortas, caminando por la calle, quizás diez minutos en el banco de una plaza. Hacíamos planes para vivir juntos, para tener una casa donde hablar, recordar, estar juntos en silencio. Presentíamos, sin embargo, que eso no iba a ocurrir, que uno de esos fugaces encuentros iba a ser el último, y nos despedimos simulando valor, consolándonos de la anticipada pérdida.
    Mi hija estaba dispuesta a no entregarse con vida. Era una decisión madurada, razonada. Conocía, por infinidad de testimonios, el trato que dispensan los militares y marinos a quienes tienen la desgracia de caer prisioneros: el despellejamiento en vida, la mutilación de miembros, la tortura sin límite en el tiempo ni en el método, que procura al mismo tiempo la degradación moral, la delación. Sabía perfectamente que en una guerra de esas características, el pecado no era hablar, sino caer. Llevaba siempre encima la pastilla de cianuro -la misma con la que se mató nuestro amigo Paco Urondo-, con la que tantos otros han obtenido una última victoria sobre la barbarie.
    El 28 de septiembre, cuando entró en la casa de la calle Corro, cumplía 26 años. Llevaba en sus brazos a su hija porque en último momento no encontró con quién dejarla. Se acostó con ella, en camisón. Usaba unos absurdos camisones largos que siempre le quedaban grandes.
    A las siete del 29 la despertaron los altavoces del Ejército, los primeros tiros. Siguiendo el plan de defensa acordado, subió a la terraza con el secretario político Molina, mientras Coronel, Salame y Beltrán respondían al fuego desde la planta baja. He visto la escena con sus ojos: la terraza sobre las casas bajas, el cielo amaneciendo, y el cerco. El cerco de 150 hombres, los FAP emplazados, el tanque. Me ha llegado el testimonio de uno de esos hombres, un conscripto: "El combate duró más de una hora y media. Un hombre y una muchacha tiraban desde arriba, nos llamó la atención porque cada vez que tiraban una ráfaga y nosotros nos zambullíamos, ella se reía."
    He tratado de entender esa risa. La metralleta era una Halcón y mi hija nunca había tirado con ella, aunque conociera su manejo, por las clases de instrucción. Las cosas nuevas, sorprendentes, siempre la hicieron reír. Sin duda era nuevo y sorprendente para ella que ante una simple pulsación del dedo brotara una ráfaga y que ante esa ráfaga 150 hombres se zambulleran sobre los adoquines, empezando por el coronel Roualdes, jefe del operativo.
A los camiones y el tanque se sumó un helicóptero que giraba alrededor de la terraza, contenido por el fuego.
    "De pronto -dice el soldado- hubo un silencio. La muchacha dejó la metralleta, se asomó de pie sobre el parapeto y abrió los brazos. Dejamos de tirar sin que nadie lo ordenara y pudimos verla bien. Era flaquita, tenía el pelo corto y estaba en camisón. Empezó a hablarnos en voz alta pero muy tranquila. No recuerdo todo lo que dijo. Pero recuerdo la última frase, en realidad no me deja dormir. -Ustedes no nos matan -dijo-, nosotros elegimos morir. Entonces ella y el hombre se llevaron una pistola a la sien y se mataron enfrente de todos nosotros."
    Abajo ya no había resistencia. El coronel abrió la puerta y tiró una granada. Después entraron los oficiales. Encontraron una nena de algo más de un año, sentadita en una cama, y cinco cadáveres.
    En el tiempo transcurrido he reflexionado sobre esa muerte. Me he preguntado si mi hija, si todos los que mueren como ella, tenían otro camino. La respuesta brota desde lo más profundo de mi corazón y quiero que mis amigos la conozcan. Vicki pudo elegir otros caminos que eran distintos sin ser deshonrosos, pero el que eligió era el más justo, el más generoso, el más razonado. Su lúcida muerte es una síntesis de su corta, hermosa vida. No vivió para ella, vivió para otros, y esos otros son millones. Su muerte sí, su muerte fue gloriosamente suya, y en ese orgullo me afirmo y soy quien renace de ella.
    Esto es lo que quería decirle a mis amigos y lo que desearían que ellos transmitieran a otros por los medios que su bondad les dicte.


CLASE 2


ESCRACHE 1998- Carteles viales:
Carteles viales (1998 en adelante).
Las señales viales para indicar los domicilios de los genocidas y los Centros Clandestinos de Detención que funcionaron durante la última dictadura militar, comenzaron a realizarse en el año 98 y en la actualidad siguen estando presente. Se utilizaron e intervinieron muchos tipos de señales, entre ellas instalaciones temáticas y recorridos que cuentan una historia.
La primera vez que empleamos las señales fue el 19 de marzo de 1998, frente a los Tribunales de retiro, en el contexto del juicio al Almirante Emilio Massera. Allí funcionó a manera de pancarta, con el reclamo de “Juicio y Castigo” a los represores y fue desplegado por la agrupación H.I.J.O.S., en conjunto con el GAC.
Al día siguiente, se utilizaron por primera vez en un escrache, frente al ex centro cladestino de detención conocido como “El Olimpo”. El 23 de marzo, las señales estuvieron en el escrache a Massera y Harguindegui. A partir de ese momento, se convirtieron en un recurso de los recorridos que realiza cada escrache.
AQUÍ VIVEN GENOCIDAS:


INVASIÓN -- Del 16 al 19 de diciembre de 2001
Lanzamiento de diez mil paracaidistas de miniatura desde un edificio del microcentro. Durante la semana previa a la acción se intervino todo el territorio circundante con calcomanías de íconos militares: el tanque, simbolizando el poder de las multinacionales; el misil, equivalente a la propaganda mediática; el soldado, que aludía a las fuerzas represivas que necesita el sistema para mantener el orden neoliberal. La acción coincidió con el comienzo de la rebelión popular de los días 19 y 20 de diciembre de 2001.

Otros links sugeridos del GAC:

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